Se desconoce la causa de la malformación arteriovenosa cerebral (MAV). La afección ocurre cuando las arterias en el cerebro se conectan directamente con las venas cercanas, sin tener los vasos normales (capilares) entre ellas.
Las malformaciones arteriovenosas varían en tamaño y ubicación en el cerebro.
Una ruptura de una malformación arteriovenosa ocurre debido a la presión y daño al tejido del vaso sanguíneo. Esto permite que la sangre se escape hacia el cerebro o los tejidos circundantes y reduce la circulación al cerebro.
Las malformaciones arteriovenosas ocurren en menos del 1% de las personas y, aunque la afección está presente al nacer, los síntomas pueden presentarse a cualquier edad. Las hemorragias ocurren con más frecuencia en personas de 15 a 20 años, pero también se pueden dar posteriormente en la vida. Algunos pacientes con una MAV también tienen aneurismas cerebrales.
El riesgo de hemorragia ulterior aumenta cuando la MAV cerebral se manifiesta con hemorragia o drenaje venoso profundo, cuando se asocia con aneurismas o cuando su ubicación es profunda. Debido a que las MAV cerebrales con ruptura tienen presuntamente mayor riesgo de hemorragia (4,5%-34%) que las que no han sufrido ruptura (0.9%-8%), es aconsejable el tratamiento intervencionista de las MAV que presentan ruptura, a pesar de que no hay evidencia de estudios aleatorizados controlados de que los beneficios superen a los riesgos.
El objetivo del tratamiento de las MAV es prevenir la hemorragia.
El tratamiento endovascular de las MAV, disminuye el tamaño de las lesiones y, en 15 a 20% las cura completamente. En pacientes en quienes se realizó embolización previa a la cirugía, la operación subsecuente se facilitó significativamente. El tiempo operatorio se redujo, así como también se redujo la pérdida de sangre durante la cirugía.
El objetivo primario de la embolización de las malformaciones vasculares es disminuir el tamaño y flujo vascular. Mediante una arteriografía cerebral se realiza el diagnóstico, identificando el número de pedículos que alimentan a la lesión y de qué vasos dependen.
Las malformaciones arteriovenosas varían en tamaño y ubicación en el cerebro.
Una ruptura de una malformación arteriovenosa ocurre debido a la presión y daño al tejido del vaso sanguíneo. Esto permite que la sangre se escape hacia el cerebro o los tejidos circundantes y reduce la circulación al cerebro.
Las malformaciones arteriovenosas ocurren en menos del 1% de las personas y, aunque la afección está presente al nacer, los síntomas pueden presentarse a cualquier edad. Las hemorragias ocurren con más frecuencia en personas de 15 a 20 años, pero también se pueden dar posteriormente en la vida. Algunos pacientes con una MAV también tienen aneurismas cerebrales.
El riesgo de hemorragia ulterior aumenta cuando la MAV cerebral se manifiesta con hemorragia o drenaje venoso profundo, cuando se asocia con aneurismas o cuando su ubicación es profunda. Debido a que las MAV cerebrales con ruptura tienen presuntamente mayor riesgo de hemorragia (4,5%-34%) que las que no han sufrido ruptura (0.9%-8%), es aconsejable el tratamiento intervencionista de las MAV que presentan ruptura, a pesar de que no hay evidencia de estudios aleatorizados controlados de que los beneficios superen a los riesgos.
El objetivo del tratamiento de las MAV es prevenir la hemorragia.
El tratamiento endovascular de las MAV, disminuye el tamaño de las lesiones y, en 15 a 20% las cura completamente. En pacientes en quienes se realizó embolización previa a la cirugía, la operación subsecuente se facilitó significativamente. El tiempo operatorio se redujo, así como también se redujo la pérdida de sangre durante la cirugía.
El objetivo primario de la embolización de las malformaciones vasculares es disminuir el tamaño y flujo vascular. Mediante una arteriografía cerebral se realiza el diagnóstico, identificando el número de pedículos que alimentan a la lesión y de qué vasos dependen.