El sistema circulatorio conduce de cinco a siete litros de sangre a través de todo el organismo, desde el dedo más pequeño del pie hasta la cima de la cabeza.
El líquido o plasma de la sangre contiene diversas células: los glóbulos rojos aportan oxígeno a todos los tejidos, los glóbulos blancos se especializan en diferentes tipos de respuestas defensivas y las plaquetas se encargan de la coagulación de la sangre ante la ruptura de un vaso sanguíneo.
Para el cerebro, el órgano que pesa apenas el 2 % del cuerpo pero que consume el 20 % de toda su glucosa, el sistema circulatorio es vital.
Las neuronas no pueden funcionar más que unos minutos sin recibir oxígeno y glucosa (azúcar), y es la sangre la que le lleva estos y otros nutrientes.
El corazón bombea (late) sangre entre 60 y 100 veces por minuto, según la necesidad de oxígeno del organismo. Desde el corazón, la sangre oxigenada comienza un largo recorrido hacia abajo y hacia arriba a través de la arteria aorta, la más grande del cuerpo.
Las arterias carótidas y las vertebrales, ubicadas en la parte anterior y posterior del cuello, respectivamente, conducen 850 ml de sangre por minuto hasta la base del cerebro. Allí, estas grandes arterias se ramifican en internas y externas, y contribuyen a formar un círculo (el polígono de Willis).
El sistema arterial circular resulta esencial para la distribución de los 120 gramos de glucosa por día y de los 46 cm de oxígeno por minuto que necesita un cerebro adulto para funcionar.
Al formar una especie de rotonda sanguínea, el polígono de Willis garantiza que, si se tapa una rama arterial, otra puede seguir llevando suministros a todas las áreas del cerebro.
Los residuos de la actividad celular del cerebro se depositan nuevamente en la sangre, que será conducida de regreso al corazón por la vena yugular y otros vasos.
ALTERACIONES VASCULARES
Encerrado en una férrea cápsula craneal, el cerebro no puede permitirse grandes cambios de volumen. La delicada regulación de la dilatación y constricción de los vasos cerebrales depende de la presión arterial y la presencia de oxígeno o dióxido de carbono en la sangre.
Cuando el flujo sanguíneo se obstruye, es como si las neuronas se quedaran sin combustible. Los síntomas de la falta de oxígeno varían de acuerdo con la arteria afectada. Por ejemplo, una alteración de la arteria cerebral anterior suele originar parálisis motora y problemas de sensibilidad en un miembro inferior, además de incontinencia urinaria. Pero si la obstrucción está en la arteria cerebral posterior, el paciente experimentará pérdida de la visión y problemas sensitivos en el miembro superior del lado opuesto al afectado.
El líquido o plasma de la sangre contiene diversas células: los glóbulos rojos aportan oxígeno a todos los tejidos, los glóbulos blancos se especializan en diferentes tipos de respuestas defensivas y las plaquetas se encargan de la coagulación de la sangre ante la ruptura de un vaso sanguíneo.
Para el cerebro, el órgano que pesa apenas el 2 % del cuerpo pero que consume el 20 % de toda su glucosa, el sistema circulatorio es vital.
Las neuronas no pueden funcionar más que unos minutos sin recibir oxígeno y glucosa (azúcar), y es la sangre la que le lleva estos y otros nutrientes.
El corazón bombea (late) sangre entre 60 y 100 veces por minuto, según la necesidad de oxígeno del organismo. Desde el corazón, la sangre oxigenada comienza un largo recorrido hacia abajo y hacia arriba a través de la arteria aorta, la más grande del cuerpo.
Las arterias carótidas y las vertebrales, ubicadas en la parte anterior y posterior del cuello, respectivamente, conducen 850 ml de sangre por minuto hasta la base del cerebro. Allí, estas grandes arterias se ramifican en internas y externas, y contribuyen a formar un círculo (el polígono de Willis).
El sistema arterial circular resulta esencial para la distribución de los 120 gramos de glucosa por día y de los 46 cm de oxígeno por minuto que necesita un cerebro adulto para funcionar.
Al formar una especie de rotonda sanguínea, el polígono de Willis garantiza que, si se tapa una rama arterial, otra puede seguir llevando suministros a todas las áreas del cerebro.
Los residuos de la actividad celular del cerebro se depositan nuevamente en la sangre, que será conducida de regreso al corazón por la vena yugular y otros vasos.
ALTERACIONES VASCULARES
Encerrado en una férrea cápsula craneal, el cerebro no puede permitirse grandes cambios de volumen. La delicada regulación de la dilatación y constricción de los vasos cerebrales depende de la presión arterial y la presencia de oxígeno o dióxido de carbono en la sangre.
Cuando el flujo sanguíneo se obstruye, es como si las neuronas se quedaran sin combustible. Los síntomas de la falta de oxígeno varían de acuerdo con la arteria afectada. Por ejemplo, una alteración de la arteria cerebral anterior suele originar parálisis motora y problemas de sensibilidad en un miembro inferior, además de incontinencia urinaria. Pero si la obstrucción está en la arteria cerebral posterior, el paciente experimentará pérdida de la visión y problemas sensitivos en el miembro superior del lado opuesto al afectado.